¡Me siento emocionada de poder compartir un artículo que no es mío, que tiene otro tono de voz, otra intención y otro sentir! 🙂
Le doy la bienvenida a éste espacio que hasta el día de hoy era sólo mío a La Prima Catalina.
¿Quién es Catalina? Es una mujer a la que entre otras cosas le encanta contar historias. Da click aquí para leer su perfil completo.
Sin más preámbulos les comparto el sentir de Catalina en relación a su cuerpo, su peso dado su reciente diagnóstico de Hipotiroidismo.
A propósito del post del 13 de diciembre de 2016 “Perder peso no es tu propósito de vida”…

Creo que he pasado mas de la mitad de mi vida luchando contra mi peso, esa carrera diaria de mantener el ancho de mis caderas y mis brazos dentro los estándares “normales” de belleza… y aunque estoy segura que me amo mucho, no significa que no tenga esos momentos de debilidad y sabotaje a mí misma donde critico mi cuerpo… sin embargo, cuando miro atrás (incluso mis fotos de quince años), siempre he sido normalmente delgada, nunca flaca, kilo abajo o kilo arriba, pero lograba mantenerme sin demasiado sacrificio… sin embargo, lo que hoy mi grupo de amigas llamamos “la edad” y sobre todo, un tema de tiroides, ese concepto de “sin demasiado” sacrificio se vuelve algo muy relativo, pues ya los esfuerzos “diarios” de los últimos dos años se vuelven más complicados.
Ahora tengo que luchar contra mi propio organismo que no quiere ser delgado, ya no es cuestión de comer o de hacer ejercicio, hasta una lechuga me engorda… y es entonces cuando esos momentos de sabotaje pueden poner en riesgo mi cordura y debo ser más paciente con mi cuerpo…
El día que me diagnosticaron con hipotiroidismo, pensé, por un segundo, porque uno a veces es cruel, “primero muerta que gordita”… que feo pensamiento, me perdono, es parte de mi imperfección… afortunadamente tengo un maestro de vida que me enseña muchas cosas… quizá no todas podemos escucharlo y por eso lo comparto, no como presunción, sino porque creo que en la mayoría de los casos así es, solo que no todas las parejas saben expresarlo.
Ese maestro de vida es el señor de mi casa, mi pareja de vida, que quizá advirtiendo un poco mi preocupación, aunque tengo cuidado en no hacerle ver mis defectos, es decir, no soy de las que se pasean por la vida preguntándole a su novio/marido si se ven gordas, porque ellos muchas veces no ven la gordura como la vemos las mujeres.
El señor de mi casa que, si bien no es muy observador pero si muy muy perceptivo, me dijo un día:
“Si yo tuviera que elegir entre que seas más flaca o más gordita, yo elegiría que fueras más gordita… porque yo lo que quiero es que tú seas feliz, no flaca, porque me pareces hermosa como eres, pero no te quiero enferma y preocupada por no comer, no te quiero cansada todo el tiempo, yo te quiero feliz”
¡Plop!… obviamente no es una carta abierta para volverme una “dejada”, pero si fue una llamado de atención, no se trata de antes muerta que gordita, porque si mi cuerpo me está jugando una mala pasada con mi tiroides, más bien sería antes muerta que infeliz, porque puedo concentrarme en mi cuerpo y obsesionarme con mi peso y con mi talla, y dejar de ser feliz, dejar de ver el amor que otro tiene en los ojos para mí, dejar de disfrutar y amar mi cuerpo.
¿Por qué no verme con los mismos ojos que él me ve?, hermosa, con independencia de lo ancho de mis caderas… pero feliz y obviamente, si la felicidad estuviera en un pantalón talla 2, el mundo tendría menos problemas, la felicidad debe ir más allá de eso.
Por eso, me enfoco y me comprometo conmigo en llevar una vida sana, en ser una mejor persona, en aprender, en dejarme amar, eso por consecuencia me hará feliz y eso de alguna forma influirá en mi salud, en la respuesta de mis hormonas y si, en mi peso… pero como consecuencia y no como razón… porque nuestro propósito de vida debe ser felices y no delgadas.
Catalina.
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